| 30 de mayo

Facundo Manes y un nuevo capítulo en la historia de divisiones en el radicalismo

La salida de Facundo Manes de la Unión Cívica Radical (UCR) es un hito más en el largo camino que el centenario partido ha tenido en materia de divisiones y escisiones. Desde el Radicalismo de Pueblo o Radicalismo Intransigente hasta el surgimiento de Recrear, de la mano de Ricardo López Murphy; y Afirmación por una República de Iguales (ARI), de la mano de Elisa Carrió; en los albores de siglo XXI, el partido radical ha sido campo fértil para la cosecha de dirigentes que optan por construir su propia vía.

Los inicios del Radicalismo son, vale recordar, de una escisión: la Unión Cívica Radical nace de la Unión Cívica Nacional cuando esta acuerda con el líder del Partido Autonomista Nacional (PAN), Julio Argentino Roca, la fórmula presidencial integrada por Bartolomé Mitre y Bernardo de Irigoyen, que habían respaldado el movimiento revolucionario de julio del 90. Mitre e Irigoyen, que habían mantenido negociaciones con Roca para alcanzar dicho acuerdo, deriva en que los sectores juveniles más radicalizados decidieran formar la Unión Cívica Radical. Por ello, a decir de algún ocurrente humorista, hablar de «radicalismo moderado» es un oxímoron.

Si bien la intransigencia armada fue la política llevada adelante por el radicalismo durante sus primeros años, el suicidio de uno de sus fundadores, Leandro Alem, dejó a su sobrino Hipólito Yrigoyen como líder del radicalismo y quien lograría, un poco por cierto diálogo subrepticio con el gobierno nacional pero también por un convencimiento de quienes integraban el régimen oligárquico de aquellos años y que rodeaban al entonces presidente Roque Sáenz Peña; la sanción de la Ley de Sufragio Universal, Secreto y Obligatorio, que rigió para los comicios presidenciales de 1916 en los que triunfó Yrigoyen.

La política implementada por Yrigoyen durante su gestión se caracterizó por abrir la política a los sectores medios y profesionales, una mayor intervención en los conflictos sindicales a favor de los grupos obreros (pese a ciertos episodios como la represión en los Talleres Krieger Vasena o los fusilamientos en el sur de la Patagonia continental) y una concentración en la figura presidencial de muchos de los aspectos oficiales; lo cual motivó que se denominara al sector oficial como «personalista», al que se opuso el «antipersonalismo» liderado por Marcelo Torcuato de Alvear, sucesor de Yrigoyen al frente de la primera magistratura en 1922 y cuyo estilo no hizo más que agravar la relación entre ambos sectores partidarios. Las elecciones de 1928, que dieron el triunfo a Yrigoyen, llevó a competir a las facciones en pugna y dieron a los alvearistas un impulso opositor que, sumado al reverdecimiento de las ínfulas autoritarias de algunos sectores, coronó en el golpe de Estado cívico militar del 6 de septiembre de 1930. No está de más acotar que la declinación de las democracias liberales y el ascenso de experiencias dictatoriales como el fascismo en Italia y el nacional-socialismo en Alemania; incrementaba la cantidad de epígonos de estas últimas ideologías en Argentina.

Promediando el siglo XX se producen varios hechos importantes para analizar cómo evoluciona el radicalismo. La muerte de Yrigoyen en 1933 deja vacante el liderazgo radical, que pasa a manos de Alvear, cuyo fallecimiento en 1942 también deja al país sin uno de sus principales presidenciables. En 1943, el ascenso de Juan Domingo Perón y su política dictatorial al frente de la Presidencia de la Nación entre 1946 y 1955 deriva en una división del radicalismo, que pasa a ser Del Pueblo (UCRP) o Intransigente (UCRI). La primera facción, liderada por Ricardo Balbín, es heredera del alvearismo y constituye lo que se dio en llamar Línea Nacional, de la cual surge, por ejemplo, Fernando De la Rúa. La UCRP alcanza el gobierno en 1963 de la mano de Arturo Illia; en tanto que la UCRI, liderada por Arturo Frondizi, constituye el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) de la mano de Rogelio Frigerio y la ideología desarrollista que continúa algunos de los lineamientos (sobre todo en lo económico) del peronismo que se encontraba proscripto desde 1955 y con el cual lleva adelante un acuerdo electoral que le permite a Frondizi ser presidente en 1958.

Aunque la UCR actual es continuidad de la UCRP, el radicalismo tuvo escisiones fácticas, más no jurídicas. En los años 80, con el liderazgo de Raúl Alfonsín y su adhesión a la socialdemocracia e inscripto en una línea histórica más identificada con el yrigoyenismo; De la Rúa encarna la continuidad identificada con la Línea Nacional que se entronca con el alvearismo. Esta disputa, que incluso lleva a polémicas como la del papel de Alfonsín en el derrocamiento de De la Rúa el 20 de diciembre de 2001, también puede encontrarse con las discusiones ideológicas que atraviesan al radicalismo, como las suscitadas en el marco de la conformación de la alianza Cambiemos con el Pro de Mauricio Macri y la Coalición Cívica de Carrió.

El ascenso y triunfo de Javier Milei con un discurso revolucionario y pretendidamente anarcocapitalista o minarquista, provocó un terremoto en el peronismo y en el radicalismo. En el caso de la UCR, el terremoto puede definirse a partir de dos ‘placas’ predominantes: la placa porteña o metropolitana, encarnada en la figura del presidente de su Comité Nacional, Martín Lousteau; y la del interior, encarnada en los gobernadores Gustavo Valdés, Alfredo Cornejo, Carlos Sadir, entre otros, que tiende a mantener un diálogo institucional pero también de negociaciones que le permiten al presidente Milei blindar en el Congreso muchas de las políticas gubernamentales y el respaldo para frenar iniciativas de la oposición. Este sismo que sufre el radicalismo, que ya dividió los bloques en el Congreso con la conformación del bloque Democracia para Siempre (impulsado por varios parlamentarios de buena relación con Lousteau) también lo pone en un desafío de cara a los comicios legislativos de renovación que tendrán lugar en octubre de 2025 y, lógicamente, en los comicios presidenciales de 2027. ¿Cómo posicionarse frente a un gobierno que descoloca a los partidos de la oposición y que dividió las aguas en los grandes movimientos históricos del siglo XX? La respuesta de Manes es la sabida: escindirse y conformar un nuevo espacio político, denominado Para Adelante, que congregue a muchos de los desencantados del peronismo y del radicalismo y supere la antinomia entre el kirchnerismo y mileísmo. Pero el radicalismo ya tiene una historia de larga data, tanto como su propia existencia, en relación a las divisiones y, pese a sobrevivir a las sucesivas escisiones, puede no servir para un escenario político que rompe tan tajantemente los vínculos con la historia reciente (y no tan reciente) de nuestro país.

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