La iniciativa del legislador del Movimiento Popular Fueguino (MoPoF), Damián Loffler, que declara personas no grata a los diputados nacionales Santiago Pauli y Ricardo Garramuño, representa un grave antecedente de desconocimiento de la voluntad popular y un atentado contra la democracia. ¿Cómo se puede pretender semejante declaración contra quienes fueron electos y están en donde están porque el voto popular los convirtió en mandatarios de una porción suficiente de ciudadanos para poder haber sido elegidos? Vale aclarar, misma voluntad e idéntico voto que permitió (y lo sigue haciendo) al histórico parlamentario estar en la Cámara provincial desde 1999.
La democracia implica la convivencia y la resolución pacífica de conflictos entre personas que piensan distinto y tienen cosmovisiones divergentes en torno al proyecto de sociedad. Estas diferencias, no obstante, se discuten en recintos como un Concejo Deliberante, una Legislatura, una Cámara de Diputados o de Senadores, en donde se acuerdan iniciativas y se enriquecen con el objeto de someter a escrutinio de quienes integran los cuerpos parlamentarios dichos proyectos. Lo que impide que la violencia y el conflicto lleguen a un derramamiento de sangre es, precisamente, la plena vigencia de un sistema que establece pesos y contrapesos para la coexistencia y la canalización de los puntos de vista encontrados en ámbitos institucionales. Esta es, en esencia, la historia de muchas sociedades que fueron pasando de monarquías absolutistas a repúblicas y democracias de carácter presidencialista, parlamentario o semiparlamentario. Incluso, los tres Poderes del Estado y los órganos como el Consejo de la Magistratura han sido diseñados en pos de fortalecer los ‘checks and balances’ y disminuir la arbitrariedad de los gobernantes.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando decimos que quien piensa distinto no es grato y merece el repudio? Básicamente, sucede que nos pasamos las instituciones democráticas, los Poderes del Estado y la historia de las sociedades modernas y del constitucionalismo por donde no da el Sol.
Esto no significa que, por desgracia, en ocasiones tengamos que convivir con siniestros personajes que utilizan las reglas del sistema democrático para socavarlo desde adentro. No está de más recordar que los mayores tiranos de la historia (reciente y no tan reciente) utilizan a la democracia (al menos desde lo discursivo) para cometer barrabasadas de significativa gravedad. La Cuba de los Castro, la Venezuela de Hugo Chávez y de su discípulo Nicolás Maduro, la Rusia de Vladimir Putin, entre otros; son ejemplos globales de cuánto gozan de citar a la democracia quienes lo que menos son, es democráticos. A nivel nacional, hay ejemplos de partidos neonazis y fascistas que se presentan a elecciones y, si bien no obtienen representación parlamentaria, su propia participación en comicios abiertos, libres y competitivos, es consecuencia misma de la democracia que dicen desechar.
Por otra parte, el voto popular, lógicamente, es divergente y puede realizar virajes que a cualquier analista deja pasmados. En Tierra del Fuego, el voto popular depositó en San Martín 450 a José Arturo Estabillo en dos ocasiones; a Carlos Manfredotti; a Jorge Colazo (sucedido por su compañero de fórmula, Hugo Cóccaro); a Fabiana Ríos en dos ocasiones; a Rosana Bertone; y a Gustavo Melella (en dos períodos). A grosso modo, las ideas de quienes han gobernado la provincia pueden parecer disímiles entre ellos e incluso han cambiado ellos mismos de ideas a lo largo de sus respectivas vidas políticas. La convivencia democrática es eso: aceptar que la voluntad popular puede depositar su confianza en personas tan diferentes y no por eso ser merecedoras de una declaración legislativa de no grata.